Las marcas son el distintivo que hace que para el consumidor, un producto que ofrece unos servicios similares a otro sea diferente. A veces incluso tan distinto, que podemos llegar a considerarlo como el único válido o que responde de la mejor manera posible a nuestras expectativas. Y es que el branding corporativo tiene como objetivo principal ese hecho: la distinción, la originalidad, la creatividad y sobre todo, el amor. Espera un momento… ¿el amor? Pues sí, no hemos tenido ningún lapsus al escribir este artículo. El branding también sirve para enamorar, aunque no de la forma que todos entendemos. Amor entre consumidor y marca, que se traduce en confianza absoluta y preferencia total ante un producto determinado. O, dicho de otra manera, amor ciego en todo su esplendor.
Ahora bien, no es fácil enamorar a un consumidor, como tampoco lo es enamorar a esa persona que tanto nos acelera el pulso cuando estamos cerca de él o de ella. Se necesita tiempo, y sobre todo una buena estrategia para convencerlo. Pero eso sí, las marcas que consiguen su objetivo pasan a ser algo más que eso. Se convierten en Lovemarks.
Cómo el branding puede enamorar al consumidor
Lo primero que una marca tiene que tratar de hacer antes de pensar en enamorar a sus clientes, es tener claro quién es y qué quiere transmitir. Es decir, primero tiene que crear toda una estrategia de branding mediante la que establezca los valores tangibles e intangibles sobre los que se va a cimentar la marca.
En otras palabras, lo primero que se debe hacer desde un punto de vista del branding es:
- Conseguir diferenciar el producto a través de la marca. Sí, nuestro logo, nuestros valores, nuestras formas de hacer las cosas son las que al final de todo el proceso, sirven para que los consumidores distingan nuestro producto o servicio de los que ofrece la competencia. Piénsalo bien: ¿por qué cuando estamos delante de la estantería del supermercado escogemos una determinada marca de yogures en vez de una marca blanca? Lo más racional, teniendo en cuenta que son dos productos muy similares, es que escogiéramos el más barato. En cambio, existen una serie de factores como la reputación o la confianza que genera una marca para que estemos dispuestos a pagar más por una que por otra, sin tener evidencias científicas de que el producto escogido vaya a ser de más calidad que el otro. Este efecto lo consigue una buena estrategia de branding corporativo.
- El segundo paso es conseguir transmitir de forma correcta todos los valores que una marca profesa para que lleguen de la forma en que queremos a la mente de los consumidores. Contar con expertos en branding corporativo que sean capaces de diseñar una estrategia de marca adecuada para conseguir llegar a los usuarios y potenciales consumidores a través de los canales adecuados, es también un factor de éxito para seguir con el proceso de convertirse en un Lovemark.
- Por último, y una vez que los dos pasos previos se hayan completado correctamente, es hora de encontrar aquello por lo que podamos enamorar a los usuarios. Dotar a nuestros productos o servicios de misterio, de sensualidad o de curiosidad es algo que añadirá un plus a la marca y que la convertirá en toda una Lovemark.
Cabe decir que esta argumentación, basada de forma íntegra en el branding corporativo, está avalada por el neuromarketing. O lo que es lo mismo, la ciencia que estudia las emociones asociadas al consumo. Según diversos estudios, el 80% de las compras que realizan las personas están motivadas por sentimientos irracionales. Es decir, por sensaciones, emociones y otros tantos sentimientos que en muchos casos poco tienen que ver con el producto.
Ser una Lovemark no es imposible. Solo hace falta una buena estrategia de branding corporativo que haga posible cumplir con los deseos más irracionales de los usuarios. ¿Estás preparado para conseguirlo?